Miguel
Ángel Gómez Polanco
¡Qué
días, revolucionarios! Se refuerza una inevitable comparación en América Latina
entre quienes son, quizás, los dos países más poderosos de esta comunidad:
Brasil y México; el primero, como la nación de mayor crecimiento en los últimos
diez años, con la mayor bolsa de valores de la región y el sexto Producto
Interno Bruto a nivel mundial. Vamos: no por nada le han acuñado “el país donde
no hay nada más barato que invertir en los pobres” (por peyorativo que
pareciera).
Del otro lado está México; con un
nivel de desarrollo especulatorio (sic), economía en desaceleración y
conflictos -más que todo- sociales, así como invadido por el extranjerismo
empresarial, cuyas ventajas sobre el país sudamericano son mínimas respecto a
las que se tenían precisamente hace diez años.
¿Qué nos pasó? Es la pregunta. Para
la grilla y la crítica de escritorio (muy de moda en estos tiempos), lo más
sencillo sería culpar a los gobiernos panistas de ello. Y razones, cabe decir,
las hay: ahí está el Coeficiente de Gini, que demuestra todavía que los índices
de desigualdad en Brasil siguen siendo superiores que en México, pero con una
gran diferencia que radica en los esfuerzos de los cariocas para disminuir la
pobreza y no, digamos, “sopesarla nomás” como se hace en México, a manera de
capital político.
De lo anterior se desprenden las
acciones que cada país ha emprendido al respecto. Brasil, con su Fome Zero
(Hambre cero), en el que a través de programas para la educación, la
agricultura, la nutrición y la creación de empleos en un marco de políticas
coherentes entre gobierno y sociedad, se logró concretar uno de los programas
de mayor influencia a nivel mundial en el combate a la pobreza (en todos los
sentidos) y la desnutrición. El dato es que rescató a 14 millones de personas e
insertando a 4 millones más a la clase media.
Mientras, en México, tenemos la
cuasi olvidada “Cruzada Nacional contra el Hambre”; un conglomerado de
programas existentes –pero “reforzados”- lanzados a nivel estatal y federal con
resultados dispersos; calificada por la organización México Evalúa como una
oportunidad para el “mercadeo del voto” y esencialmente con potencial altamente
populista. Sus resultados a poco más de un año no están en duda, pero sí su
aprovechamiento a largo plazo, dada la “cultura de la despensa” que lleva en
sus venas nuestro país.
Y así, podríamos citar algunos
ejemplos más. No obstante, lo que da título al presente panfleto –quizás
malinchista- es el asunto que nos trae de cabeza a todos; legisladores,
sociedad y cualquier colado que guste sumarse: la Internet , su regulación y
censura.
Sería desgastante criticar la
conducta de las fracciones partidistas en la Cámara Alta , pues
queda claro que los intereses puerilmente electorales han menoscabado sus
intenciones respecto a la aprobación del dictamen final (y sin contar a un
Javier Lozano completamente enloquecido).
Asimismo,
la postura de una sociedad que ha encontrado –irónicamente- su única y
“práctica” fuente de información en las redes sociales y cualquier tipo de
material viral que en ellas se encuentre, sin explorar más allá, en su mayoría.
Por ello y retomando el punto de la
comparación, quisiera compartir con ustedes, amables lectora y lector, una muy
breve explicación de lo que vendría siendo un nuevo “punto a favor” de Brasil
contra México, esta vez, en materia de tecnologías de la información y
regulación de la Internet.
El pasado 22 de abril, el Senado
brasileño probó el proyecto de Ley PLC 21/2014; mejor conocido como “Marco
Civil de Internet” o “Constitución de la Internet ”. Sí: así de gruesos.
La promulgación de esta Ley
consiste principalmente en garantizar la libertad de expresión y establecer una
red abierta y descentralizada, que permita a los internautas (definidos como
tal y no con el ambiguo término de “usuarios”) ser parte activa de una base
democrática de las relaciones a través de Internet, dentro y fuera del país,
con lo cual promuevan, entre sí mismos y el gobierno, “el respeto a los
derechos humanos , la ciudadanía , la diversidad y la preservación del orden
social la red”.
Para acabar pronto: el Marco Civil de la Internet en Brasil,
garantiza plenamente la libertad de expresión como uno de sus principios
fundamentales.
SUI
GENERIS
Pero
lo más interesante es que la
Ley PLC 21/2014 surge a raíz de las filtraciones sobre espionaje
que hiciera Edward Snowden en el caso Wikileaks y en los que se vio involucrada
la propia presidenta brasileña, Dilma Rousseff, al igual que mandatario
mexicano, Enrique Peña Nieto (aunque éste, en menor medida).
¿Cuál fue la diferencia? Que al
parecer, en México provocó una reacción al interior y no de forma global.
Mientras Dilma promovió garantías de libertad de expresión para evitar acciones
que se interpretaran como espionaje en su país y fuera de él; en México, la
reglamentación secundaria de la
Reforma de Telecomunicaciones parece estar dirigida a una
supresión de la privacidad, con el pretexto de la seguridad nacional y que para
nuestra desgracia, se ha entendido como “censura”, cuando ello es el resultado
y no la causa.
Hay
que decirlo y enfatizarlo: lo que se vive actualmente en México, está alejado
de la “censura” como tal, pero no de la protección de datos; rubro que no ha
“fluido” en las poderosas redes sociales con la misma importancia que echar
pleito al presidente con su #EPNvsInternet.
Porque
resulta que, mientras en Brasil se hizo efectiva la protección de la intimidad
y los datos personales de los usuarios, restringiéndolos para su uso salvo
previo permiso de los propietarios; en México, dichos datos servirían como
parte del almacenamiento de información que permita al Estado localizar,
indagar y proceder contra quien pudiera ser un “potencial” alterador del orden
público.
¿Entonces?
¿Qué esperan los legisladores mexicanos para poner en práctica este criterio
regulatorio o, en su defecto, apegarse a la jurisprudencia que sugieren
tratados como el recién firmado Convenio de Budapest, en relación a la
ciberdelincuencia? ¿Es tan complicado reconocer los avances legales en torno a
la interpretación de conceptos que ya no deben ser centralizados por país?
Lastimosamente,
México una vez más demuestra que su visión equina es hacia adentro y no hacia
el mundo. Pero como siempre: usted tiene la última palabra y ojalá me esté
equivocando, pues no se trata de "ser como Brasil"... pero sí de
tomar lo mejor de ese y otros países, para el progreso mexicano ¿no cree?
Twitter: @MA_GomezPolanco
Facebook: Miguel Ángel Gómez Polanco
Correo electrónico: magomezpolanco@gmail.com
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