jueves, 20 de julio de 2017

De la Venezuela madura a la inmadurez mexicana


Miguel Ángel Gómez Polanco


En medio de la ingobernabilidad y represión de inconformidades, Venezuela transita por una de las etapas más álgidas en poco más de 18 años de régimen chavista, pero también con un alto grado de influencia para toda América Latina.

Las malas prácticas y subsecuentes reacciones de Nicolás Maduro para contener a la oposición a su Gobierno, han derivado en que éste utilice su posición para determinar modificaciones, incluso con rango constitucional, y “reinventar” el marco de su reprobada gestión, con la intención de prolongarlo mediante el empoderamiento de la minoría que representa hoy en día el chavismo.

Algunas de las formas que Nicolás Maduro se encuentra en vías de cristalizar radican en someter a la Suprema Corte de Justicia de aquel país, para que dicha instancia (la máxima en materia en impartición de justicia) avalara la convocatoria de un Congreso Constituyente para rehacer la Carta Magna venezolana, sin tomar en cuenta al parlamento y, por ende, dejar fuera a la representación popular.

No obstante, la ebullición social se ha hecho presente, y sí, con madurez, al convocar justamente el Parlamento a una Consulta Pública “simbólica” (pues el mandatario ni en sueños se atrevería a hacerlo por la vía del Referéndum) para conocer la postura del pueblo venezolano en torno al rediseño de la Constitución de su país.

El resultado: un triunfo apabullante del rechazo (7.2 millones de personas, equivalente a siete de cada diez habitantes) a que se reescriba el documento que, entre otros temas, contemplaría modificar las reglas de elección popular, sesgar los derechos político-electorales de las y los ciudadanos y partidos políticos para promover una República unipartidista, censurar y criminalizar las manifestaciones de oposición al régimen y, en esencia, imponer un Estado totalitario y, además, perpetuarlo. 

Es decir: cambiar al país y distanciarlo de lo consagrado en la Constitución actual, que en su Artículo 347 establece que el pueblo de Venezuela es el depositario del poder constituyente originario y no una víctima del poder fáctico, en este caso, de don Nicolás.

Además, la iniciativa de Maduro contemplaría reducir al máximo los beneficios individuales de la propiedad privada (incluso heredada) imponiendo impuestos altísimos e impagables a la misma y facilitando al Estado para expropiar prácticamente lo que se le venga en gana.

Vaya problemón tienen en Venezuela. La conducta de Maduro es todo menos madura y democrática. Pero ¿por qué en pleno Siglo XXI se ven estas cosas en América Latina?

Yo tengo una teoría que hoy les propongo, amables lectoras y lectores: dichas situaciones tienen un trasfondo, incluso conductual, que evidencia la naturaleza de las y los latinoamericanos: tendemos a oponernos a las decisiones de Estado, pues en la mayoría de los casos, nos cuesta trabajo entender la Ley. 

Y en México, ni les cuento. Ejemplos los hay y claritos. Ahí le van dos recientes:

El caso Coahuila, donde está en vilo la anulación de la más reciente elección de Gobernador. La razón: haber presuntamente violado el principio constitucional de equidad en las campañas, rebasando topes de gastos que en combinación con el requisito de la diferencia mínima de votos establecido en el Artículo 41 de la Constitución, hace que el asunto se convierta en una confusión sobre una posible causa para anular los comicios, dejando todo en manos de un cuestionado ente administrativo como el Instituto Nacional Electoral (INE)

Y aun cuando existen opciones -no aprobadas- para cambiar panoramas como el de Coahuila, como la segunda vuelta electoral ¿hemos reclamado que se tomen en cuenta? No. Incluso, de acuerdo con una encuesta de Consulta Mitofsky, más del 47 por ciento de los mexicanos no son partidarios de la segunda vuelta. La pregunta es ¿sabe realmente ese porcentaje los beneficios de una segunda vuelta que dé contundencia a la decisión popular?

Por otra parte, tenemos al nuevo Sistema Penal Acusatorio y  Adversarial que, producto de la reforma más reciente en la materia, ha sido objeto de las más amplificadas críticas derivadas de sus diferencias tan opuestas con el sistema mixto anterior al que estábamos acostumbrados, en el cual los derechos humanos eran violentados constantemente.

Sin embargo, ante la falta de capacitación de sus operadores (en todos los niveles de Gobierno) y la “impopularidad” social de este nuevo modelo (dixit Raúl Iruegas Álvarez, catedrático del Inacipe); el desconocimiento redunda en un caos de conceptos que mantiene en la incertidumbre a la opinión pública.

Total que la conclusión es que el desapego con la Ley y sus “trucos”, nos lleva a ser más reactivos y no preventivos, estacionados en la desidia, la apatía, irresponsabilidad o como usted le quiera llamar, dando como resultado que se elijan gobernantes con base en las emociones, las dádivas, las prebendas, el mesianismo, la “compra de las conciencias” y todo eso de lo que “siempre hay queja” y que, en la mayoría de los casos, deriva en que los mismos electores quieran –después del desastre- “quitar” a los gobernantes que eligieron, por causas de insatisfacción pero no de conocimiento de causa (y efecto); algo que al sistema, al final, siempre le convendrá para que todo siga igual.


SUI GENERIS

Y con todo el respeto al sector que seguramente divulgara lo contenido en este panfleto editorial como si fuera una “blasfemia” (además de seguramente insultarme); debo decir que es alarmante pensar que en México estamos bajo riesgo de que "alguien" quiera instaurar medidas similares a Venezuela, si éste llega a ganar en 2018. Por eso importante considerar el ejemplo venezolano y hacer conciencia.

Señales de esto que le digo, las hay. Por ejemplo, el fomento a la confrontación entre clases sociales (“ricos” y “pobres”), explotando la crisis de los que menos tienen para adecuar su carencia en un discurso político; la demagogia plagada de promesas para “reconstruir” la estructura política mediante discursos de crítica al pasado y su corrupción; posturas incendiarias que menosprecian a las instituciones y las amenazan; oposición absoluta a las reformas económicas, políticas y sociales, y el síndrome del “yo no fui” o “soy el único honesto” ¿les suena conocido? Pues a los venezolanos también.

Y es que entre Venezuela y México hay similitudes preocupantes que radican en la medianía de las clases sociales que debaten sus decisiones y el poder de las mismas, en factores impulsados por el hartazgo, el descontento, y repito: en las emociones… pero muy poco en el raciocinio (igual que en las increíbles –pero reales- dictaduras de proletariado).

Entonces ¿qué tan dispuestas y dispuestos estamos a conocer el marco legal de nuestro país, para exigir a nuestros mandatados con fundamento y, antes, elegirlos de manera verdaderamente legítima y no emocionalmente?

En 2018, la gran oportunidad… o mejor dicho: una más para dejar de ser un país inmaduro.


miércoles, 5 de julio de 2017

Javier Duarte ¿el poeta estratega?


Miguel Angel Gómez Polanco



El pasado martes, luego de salir de su segunda audiencia de extradición y tercera ante la justicia de Guatemala; Javier Duarte de Ochoa se aventó una declaración que aunque en principio dejó entrever que solo se trató de uno más de sus episodios de locura sociópata, podría tener una connotación más profunda respecto a lo que planean él y su defensa al llegar a México.



“Paciencia, prudencia, verbal continencia, dominio de ciencia,

presencia ¿o ausencia?, según conveniencia”



¿Por qué lo dijo? Pudiera ser un desafío a las autoridades mexicanas, o bien, una señal de confianza derivada de una complicidad manifiesta tras la presentación (¿amañada?) de la solicitud de extradición por parte de la Procuraduría General de la República (PGR), o quizás, en efecto, solo se trató de una prueba más de su perturbación mental y emocional.

Pero ¿y si realmente hay más tras este verso acuñado al escritor ibérico Santiago Montoto?



Paciencia, prudencia…

Como se sabe, México sostiene varios tratados con un sinnúmero países en relación a los mecanismos de cooperación en materia penal. De éstos, sobresalen los alusivos a procedimientos de extradición sobre peticiones para las mismas.

No obstante y de acuerdo a la convergencia mundial para el respeto de los derechos humanos, la mayoría de los tratados mencionados –si no es que todos- contienen “candados” legales que impiden la violación de derechos fundamentales, lo cual provoca un serio debate en la homologación de conceptos penales de acuerdo a los Sistemas de cada país.

Esto, para el caso de Javier Duarte, representa una aparente ventaja que depende de varios factores, desde la detención y solicitud formal de extradición, hasta la manera en que se presentó el allanamiento del exgobernador.

Y es que, cabe recordar, Duarte de Ochoa se negó a ser extraditado hasta que el Estado mexicano presentara la solicitud formal. Y muy probablemente con un objetivo particular.

Fue paciente para esperar a los términos en los que llegaría este documento a Guatemala y apeló a la prudencia –que nunca tuvo como gobernante- para actuar en función de la causa del requerimiento que haría la PGR, pero no del efecto de la detención misma.


… verbal continencia, dominio de ciencia

En apariencia, hubo un error: no es “contingencia” como lo dijo Duarte, sino “continencia”. Pero quizás no estuvo mal del todo.

De acuerdo con el Artículo XV del Tratado de Extradición entre los Gobiernos de México y Guatemala, existe un principio que limita a la instancia requirente de la extradición (en este caso, la PGR) para que una vez concedida, el entregado (Duarte) no pueda ser juzgado en México por otros delitos diferentes, anteriores y/o futuros, a los que se argumentan y demuestran en la propia solicitud.

A ello se le denomina “Principio de Especialidad”, el cual, de acuerdo con algunas tesis, está ligado al efecto que puede tener la reclasificación del delito en el país que requiere al detenido.

“La regla general es que el referente para determinar si se viola el Principio de Especialidad son los hechos que serán objeto del proceso penal. En otras palabras: es posible cambiar la denominación jurídica o reclasificar el delito; siempre y cuando no se varíen los hechos”, señala Francisco Javier Dondé Matut, Doctor en Derecho Penal Internacional y Derecho Penal Comparado, quien asegura que este principio “busca garantizar la seguridad jurídica del indiciado, para evitar que de forma impredecible se le apliquen disposiciones diferentes en la imputación de nuevos delitos”.

Javier Duarte negó rotundamente haber cometido delitos federales como los que le señaló la PGR en la solicitud de extradición. También negó haber sido, ser o pretender ser ejidatario mediante la compra de 21 parcelas en Campeche. Tal acusación, de acuerdo a su defensa, representa una “contingencia legal-argumentativa” pues aunque su nombre figura en los documentos de compra-venta, “no se puede comprobar que él fue quien encabezó la operación”.

Los abogados de Duarte, parecen tener dominio en la ciencia del Derecho, definitivamente.


… presencia ¿o ausencia?, según conveniencia

No hace falta pensarle mucho: Javier Duarte llegará a México, como vulgarmente se dice, “a llevarse entre las patas” a más personas que puedan ser sujetas a vinculación por los delitos que se le imputan, para intentar involucrar a un posible “cabecilla” y entonces quedar él –Duarte- como “uno más” o quizás hasta como afectado por el manejo turbio de documentación que lo hubiere incriminado, supuestamente, sin saberlo, y apelando al Principio de Especialidad para no achacársele más delitos.

De igual modo, es probable que Duarte busque restar legitimidad –principalmente- a la imputación del delito de delincuencia organizada, si es que las pruebas presentadas por la PGR no fueran suficientes para acreditar la permanencia o conducta reiterativa que son requeridas para la reclasificación de este delito y así, basarse únicamente en los hechos planteados en la solicitud de extradición de la PGR para, de nuevo, “protegerse” a través del Principio de Especialidad.

Incluso, la defensa de Javier Duarte podría argumentar que aunque las pruebas lo señalan como el presunto líder de una red criminal, él no la encabezaría, por lo que con base en el Principio de Especialidad (sí, nuevamente) dictado en el tratado de extradición con Guatemala, limitaría a la PGR para evitar sumar otros elementos adicionales a los presentados en la solicitud de extradición, lo cual haría variar la ejecución de la sentencia prevista (hasta más de 30 años de cárcel) y por ende, del proceso mismo.

Finalmente, sobre el delito de enriquecimiento ilícito, la defensa ha considerado que para que esta imputación tenga efecto, debe actualizarse la procedencia de las operaciones con las que presuntamente se habría favorecido Duarte de Ochoa.

Ante ello, la deslegitimación de su intervención como parte de una red de delincuencia organizada, desestimaría su participación directa y, por ende, buscarían ubicarlo como víctima de los movimientos de esta red y no como victimario o líder de ésta, en busca de su libertad… por increíble que suene.



SUI GENERIS

La clave, sin duda, radica en la reclasificación de los delitos que se tendrá que hacer, luego de que la Fiscalía guatemalteca acreditara los cargos por los que la PGR solicitó la extradición, posterior a que por medio del Derecho Comparado entre ambos sistemas penales, se avalaron las pruebas presentadas para declarar procedente dicha solicitud.
           O sea: en estos momentos, la Procuraduría General de la República tiene en sus manos “mejorar” la calidad de los elementos para la reclasificación del delito, cuando Javier Duarte sea presentado ante el Juez de Control radicado en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México, donde arribará tras ser extraditado.

¿Integró la PGR debidamente las pruebas en la solicitud de extradición, para que el Principio de Especialidad no fuera un “inconveniente” al juzgar a Duarte en México?

Las dudas quedan en el aire hasta que el que todo Veracruz considera -y sabe- es el responsable de la quiebra de Veracruz, arribe a México.