miércoles, 17 de septiembre de 2014

Yo sí grité los 204 años que le saco a un escocés

Miguel Ángel Gómez Polanco

En 1707, tras la toma de poder de Jacobo (I de Inglaterra y VI de Escocia), heredero indirecto de la reina Isabel I; el Reino Unido comenzó una estructura de Estado que en los próximos días llegaría a su fin, tras la convocatoria en el país de Escocia para realizar un referéndum que “autorice” la independencia de aquel país, mediante la separación  de Inglaterra.
“Piensen bien en el futuro”, fue la única declaración de la reina Isabel II, quien se mantuvo al margen de la polémica suscitada en torno a al proceso democrático que vivirá el país escocés; algo que en la mayoría de los casos se interpretó como una “advertencia” de la jefa de Estado inglesa, cuya figura permanece incierta, pues en caso de aprobarse la independencia de Escocia, existe la posibilidad de seguir siendo reconocida como tal. Pero lo cierto es que no intervino. Ojo con eso.
Tras la crisis económica que arrastra Europa desde 2008, la independencia de Escocia ha originado nuevamente el temor y la especulación en los mercados, teniendo como principal señal la devaluación de la Libra Esterlina, producto del alto grado de incertidumbre que ha generado la decisión.
Cabe destacar que en el documento Scotland’s future: your guide to an independent Scotland, elaborado por el Gobierno escocés, la independencia supondría “ganar los poderes económicos y sociales que cualquier país necesita para construir una sociedad más próspera”. No obstante, especialistas coinciden en que los movimientos –sobre todo burocráticos- que tendría que pasar Escocia para su reconocimiento como Estado independiente, afectarían a mediano y corto plazo a varias economías de Europa.
Al respecto, la Unión Europea y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) han advertido que la inscripción de Escocia “podría tardar años”, y por ende, las relaciones del que sería el nuevo cuerpo diplomático escocés, se estancarían, de acuerdo con especialistas. Asimismo, existe coincidencia entre las repercusiones que se darían en el mercado accionario del City de Londres y el  Bank of England, pues este último cesaría sus funciones como banco central para ser sucedido por el Royal Bank of Scotland, aunque éste, también ha dicho que se mudarían con su sede social a Inglaterra, si ganara la opción independentista.
Por otra parte, los mercados financieros han manifestado su preocupación por las responsabilidades fiscales y tributarias que se tendrían que adaptar. Primeramente, indican, se dividirían entre ambos países, en una decisión que influiría directamente a la deuda externa británica y el gasto público que representaría su reestructuración, con un integrante menos en el Reino Unido.
Desde las elecciones de 2011, cuando el Partido Nacional Escocés de Alex Salmond ganó contundentemente en los comicios del Parlamento, el pueblo escocés ya daba muestras del deseo de independizarse, aunque no era clara la postura.
Lo anterior se han visto reflejado en las últimas encuestas realizadas, en las que los indecisos quedarían con el poder para decidir de último momento. Según lo mostrado por publicaciones como The Scotsman, The Daily Telegraph y Daily Mail, la mayoría de los escoceses coinciden en que el "No" a la independencia se impondrá con el 52 por ciento de los votos frente al 48 del "Sí".
No obstante, quienes aún no saben el enfoque de su voto, oscilan entre el 8 y el 14 por ciento; porcentaje que, incluso en su extremo mínimo, podría definir el resultado final.
Pero también están quienes han asegurado el “Sí”, como  The Sunday Times, donde dicha opción aparecía por primera vez como la opción ganadora, con 51 por ciento.
Sin embargo, la opinión se ha dividido principalmente por un factor que podría hacer que dicha diferencia porcentual se incline a favor de la independencia de Escocia: la representación. Los escoceses apenas ocupan el 9 por ciento de los puestos de la Casa de los Comunes; algo que, critican, no es proporcional al gasto que ello representa: 50 millones de libras al año.
Además, el actual primer Ministro escocés, Alan Salmond ha hecho énfasis en el aspecto tributario, para impulsar la propuesta de independencia. El mandatario afirma en Escocia “se paga por persona más impuestos que el resto del país”, por lo que ha dicho que convendría más la gestión de sus propios impuestos.

SUI GENERIS
El asunto es que a Escocia lo que le afectaría más es la separación como tal y todo lo que derivaría de ella. Pero una cosa es cierta: el proceso democrático para alcanzarla, sería ejemplar y dejaría atrás, incluso, a otras regiones en secesión como Catalunya, Córcega y el País Vasco en España; algo que quizás sería lo único envidiable para nuestro país, México.
¿Por qué lo digo? Bien fácil: la independencia de México se dio en un entorno de violencia y saqueo social. Eran otros tiempos, sí, pero en comparación con Escocia había un punto de referencia que se mantiene hasta la actualidad: allá, el Common Law ha permanecido desde épocas medievales y ha sumido a los escoces en la indiferencia de la Ley, regidos por las decisiones de los Tribunales como –casi- único medio para no solo hacer valer al Derecho, sino para crearlo también; algo que aquí está establecido jurisprudencialmente en un marco legal definido, no producto de las decisiones de una sola instancia y únicamente tomando antecedentes relacionados con cada caso.
Mientras, en México el aparato institucional existe y evoluciona, aunque claro, opacado por la cultura de la corrupción que invade a la nación en cada poro de ésta; desde la sociedad, hasta la autoridad.
Pero ¿hay algo más valioso que la independencia que brinda un infinito de oportunidades para el desarrollo? Yo digo que no; no importa que se trate de un país tercer o primermundista.
Yo por eso sí celebré el pasado 15 de septiembre los 204 que me anteceden con un escocés, definitivamente.



NOTITA AL PUNTAPIE: Es mayoría aquella que ha llegado por lo menos una vez en estado inconveniente a trabajar. La fiesta se prolonga, el ambiente se presta y al final, somos humanos. Lo malo es cuando damos prioridad a la copa e incumplimos. No nos rasguemos las vestiduras porque alguien más lo haga, pero sí estemos atentos del modo en que lo manejan… sobre todo sus aparatos de comunicación social. Eso sí, vale la pena seguir.




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