Miguel
Ángel Gómez Polanco
El
problema, como siempre, es de interpretación. Así se maneja la retórica
política en México -principalmente-, pero a la sociedad nos encanta ver moros con tranchete y esconder algunas
de nuestras banales frustraciones, haciéndonos los ofendidos.
Otro problema, también, son los intereses electorales
de las fuerzas políticas, elemento donde radica el lenguaje que utilizan y cómo
lo capta la gente. Ahora dicen, por ejemplo, que la nueva Ley del Deporte (antiviolencia
en estadios) "no criminaliza al aficionado", esto, con tal de no ser
víctimas de la opinión pública al sentirse "agredida" con algún
adjetivo mal utilizado.
Pero, estimada y estimado lector, entonces ¿de qué
otra manera se les puede llamar a esos seudo aficionados que provocan y ejercen
la violencia en los estadios? ¿No son unos criminales?
Y es que, como dice Felipe Guerra: “En segundos, el
aficionado, deformado en fanático, cambia drásticamente su estado de ánimo y su
carácter: alegría, tristeza, impotencia, frustración, coraje; se va tornando
agresivo y el cúmulo de reacciones adversas, e inclusive positivas, provocan la
histeria estallando la violencia”, y eso no es producto precisamente de la
intensidad con la que se vive un encuentro futbolero.
O sea, ¿todo es interés?, ¿de triunfar, de
burlarse; adquirir un falso poder que neutraliza el sentir humano y muta para
convertirse en una conducta instintiva? Porque de ser así, entonces el futbol y
el deporte, en general, no son más que factores contextuales.
Vamos, en todas partes lo vivimos. ¿O qué, ya no se
acuerdan nuestros legisladores de las grescas que protagonizan en recintos
oficiales? No nos vamos lejos, por ejemplo: aquella del 18 de marzo pasado,
cuando se aprobó la Ley
de Pensiones, donde se dio luz verde
al Seguro de Desempleo y la Pensión
Universal (ambos, garantizados con remanentes de otras
instancias, como el Fondo de Vivienda para los Trabajadores). Buenos guamazos los que se dieron ahí, sin
balones, pero sí con las playeras de sus “equipos” más que puestas y muy pocas
coincidencias.
Pero la violencia no es únicamente de trancazos, señoras y señores diputados,
algo que seguramente desconoce su compañero y “digno” representante popular,
Antonio García Cornejo, sí, aquel que se desprendió de su ropa en diciembre de
2013 para reclamar por la reforma energética, haciendo (según él) una alegoría
de “cómo despojaría dicha modificación constitucional a los mexicanos”,
respecto al petróleo.
¿No les digo? El problema es retórico.
El crimen y la violencia han adquirido un nuevo
perfil en nuestro país: no es sólo la violencia lo que justifica al criminal,
también lo es la actitud con la que se asumen las cosas… seas o no un golpeador
profesional.
¿Acaso la corrupción no es un acto criminal? ¡Ah! Pero
pareciera que este concepto culturalmente arraigado por todas y todos los
mexicanos, sirve de redención a quienes representan al pueblo y los incitan a
evadir realidades propias y de quienes los llevaron ese puesto, cuidando su
“lenguaje” para no herir –irónicamente- susceptibilidades que se traduzcan en
una menor cantidad de votos.
En todos lados “se cuecen habas”. Dirigentes
acusados de encabezar redes de prostitución, expresidentes que abren la boca
para cínicamente decirle al ciudadano lo mucho que sabía y lo más que se calló;
legisladoras que “heridas” al nacer con un nombre que no les gustaba, se lo
cambian para “sonar más bonito” en tribuna… Y así, el hecho es violentar la paz,
pero sobre todo. el descuidado entendimiento de las y los mexicanos.
SUI
GENERIS
Total
que ni a cuál irle. Unos queriendo tapar el sol con un dedo, moderados y con un
lenguaje insuficiente, en lugar de procurar no generalizar sus conceptos; como
si los hubiera educado “El Tigre” Azcárraga con su “televisión para jodidos”.
Mientras, otros ofendiéndonos y despepitando hasta por lo que no comemos,
porque “el Gobierno tiene la culpa” y teniendo como máximas referencias de
análisis herramientas como… ¿las redes sociales? ¡Válgame!
Prudencia. Ése debería ser nuestro
“problema”: excedernos en la prudencia. Ser o no ser un criminal está en cada
quién, no en lo que diga una Ley. Lo de los estadios y la afición no se arregla
con “leyes” que entamben a los
rijosos, sino con la generación de un ambiente que propicie la sana convivencia,
que depende de todas y todos. Pero ¿quién se avienta este paquete?
¿O
ya tampoco nos acordamos que cierta “guerra” en México no era tal y nos
convirtió en histéricos pasivos?
Prudencia, y quizás coincidencias,
es lo que necesitamos.
Twitter: @MA_GomezPolanco
Facebook: Miguel Ángel Gómez Polanco
Correo electrónico: magomezpolanco@gmail.com
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