jueves, 9 de abril de 2015

El Efecto Forer de la política

Miguel Ángel Gómez Polanco


Antes de desarrollar el meollo de la presente “calumnia” editorial, repasemos los números que darán sentido a la macabra realidad que aquí será expuesta.
            El proceso electoral federal ha comenzado. Las campañas están en marcha y, con una Reforma Político-Electoral operando; el escenario político en México se ha tornado más complejo, aunque al mismo tiempo estima una mayor participación en todos los sentidos.
            Fíjese: este año contenderán cuatro mil 496 candidatos a diputados federales; dos mil 694 por la vía del principio de mayoría relativa y mil 852 por la vía “pluri”. De éstos, 22 serán independientes, para quienes el Instituto Nacional Electoral dispuso un fondo de 23 millones 457 mil pesos a gastar en sus respectivas campañas; es decir: de a millón 66 mil pesos por “aventado”.
Esta última cifra, cabe destacar, competirá con el millón 260,238 pesos que tienen como tope de gastos autorizado los partidos instituidos y conocidos.
¡Ah! Pero la “independencia” y actividad ciudadana como parte del quehacer comicial, también dio entrada a otros importantes contendientes no reconocidos, como es Televisa.
¿No me cree? Pues ahí le va: mientras que 21 aspirantes independientes quedaron fuera por no reunir los requisitos (la mayoría por firmas y cotejo apócrifo de credenciales para votar); la televisora de San Ángel tendrá un papel, digamos, “curioso” en estas elecciones, en lo que pareciera ser el “cobro” por los perjuicios que recibió tras la declaratoria de preponderancia que le acomodó el Instituto Federal de Telecomunicaciones, como parte de la Reforma en la materia. De esta manera, quizás suene conspiratorio y digno de un libro de Dan Brown, pero en este momento Televisa parece tener candidatas y candidatos ligados intrínsecamente con la empresa.
Todo lo anterior, sin menoscabar las legislaciones estatales de la Reforma Político-Electoral, donde se dieron sorpresivas aprobaciones para gubernaturas por dos años y reelección legislativa, como en el caso específico de Veracruz, nuestra entidad.
Ahora bien: una vez aterrizado este panorama, usted dirá: ¿y qué carajos tiene que ver el título de este panfleto con ello?
Le cuento: la connotación “ciudadana” que ha adquirido el entorno electoral de nuestro país, luego de la reforma mencionada y a través del cada vez mayor involucramiento de la sociedad como instrumento en el flujo de la información; ha aumentado exponencialmente. No obstante, con ello también creció la oportunidad de la ciudadanía para pensar que lo que ellas y ellos dicen, es más cierto que lo que dicen las y los candidatos, incluso.
¿A qué se debe esto? Precisamente a la intervención de las tecnologías de la información y su uso en ocasiones poco adecuado para lo que su definición misma sugiere; es decir: para informar.
Hoy en día, la proliferación de medios de comunicación más comprometidos con el entretenimiento que con la información, así como la puesta en boga de elementos como los “memes”, han estropeado en gran medida la conciencia real de un país que apenas despierta a la globalidad informativa y que, para colmo, lee muy poco y que por ende, tampoco sabe hacerlo, propiamente dicho.
Y es que con “no saber leer” refiero no solo a la habilidad para comprender una oración, sino también al hecho de cerciorarse de la fuente que le está dotando de la información y cuestionar el por qué de ésta, indagando más al respecto o ya de perdido, siquiera viendo la fecha de su publicación para asegurarse de que lo que comparte en sus redes sociales, es algo actualizado. De verdad pasa, en serio.
Lo malo es que, créame: ese no es realmente el problema. ¡Ah jijos! ¿Sabe cuál es? ¡Pues que hacemos nuestra esa falsa información y la defendemos como si se tratara de las piedras angulares de los intereses nacionales!


SUI GENERIS

Pero tranquilos, amigas y amigos lectores. Esto tiene una explicación científica (aunque no estaría demás considerarla y tener un poco más de cuidado a la hora de decir que la publicación o lo que dice nuestro amigo de Morena, el “mainstream” o el “revolucionario”, es lo correcto).
El Efecto Forer es, según su propio “descubridor”, el sicólogo norteamericano Bertram R. Forer: “la tendencia a aceptar una descripción de la personalidad como propia y muy precisa cuando en realidad podría aplicarse a muchas personas”.
En este sentido, el ejemplo más claro de cómo cualquiera es susceptible de caer en el Efecto Forer -y para que lo entendamos mejor- tomemos el caso de cuando leemos nuestro “horóscopo”. Sabrá Dios quién lo escribió y si corresponde realmente a nuestro signo y fecha de consulta, pero la conducta que asumimos tras hacerlo, es del “quizás me pase”, generando automáticamente una predisposición a que suceda lo que ese cachito de texto nos dice sobre “nosotros”.
Entonces, aplicado esto a la polaca: ¿cómo deberíamos tenerlo en cuenta para no caer en él? Desde la humilde perspectiva de quien suscribe autor de este “chorizo grillero” denominado Vía Crítica, hay dos formas de evitarlo:

  1. No fomente la partidocracia defendiendo a capa y espada lo que de antemano sabe que está mal. Ningún partido y/o candidato le dará de comer lo suficiente y menos los lujos a los que aspira, si no es trabajando y conociendo más de lo que una temporada electoral le ofrece. O sea: no porque lo diga su “gallo” o “gallina”, es necesariamente la verdad. Evite convencer sobre falacias, si no está seguro de que no lo sean, porque todavía hay quien se la traga todita y no se vale abusar.
  2. Las y los candidatos ciudadanos, no dejan de ser eso: ciudadanos. Tampoco tienen la razón en todo, pues velan por intereses parciales, desde el momento de competir por un distrito y no para la presidencia del país. Lo que digan éstos, es en factor de las necesidades de su demarcación, y si se atreven a decir algo que no vaya acorde con el territorio que les corresponde, entonces cuidado: está usted, no ante un aspirante a la diputación federal, sino de un suspirante a potencial chapulín de los que no terminan algo y ya andan metidos en otra cosa, “porque le saben a todo y pueden”, y ahí valió el perfil ciudadano.

Finalmente, agregaríamos una suerte de tercera recomendación para evitar caer en el Efecto Forer de la política, la cual radica en intentar -en medida de lo posible- no “endiosar” a las fuentes de información ni a sus proveedores (incluyendo a doña Carmen Aristegui y hasta al elocuente Ciro Gómez Leyva), solo porque se trata –en apariencia- de “transgresores de la corrupción y hasta de la democracia misma.
Lea, infórmese, esté al tiro, pues, pero también investíguele bien qué es lo que está compartiendo, pues detrás de toda la parafernalia informativa, siempre estará algo más importante: su identidad como parte de una sociedad harta, pero pensante, a la que ya le han visto suficiente la cara  como para seguir en lo mismo, con todo y reforma político-electoral. ¿De acuerdo? Está bueno.

POST-IT: Abusado don Fidel Kuri Grajales. El Tiburón –de su propiedad- va rebien en la Liga MX, pero eso no significa que pueda utilizarlo para su campaña en Orizaba. ¿O qué no ha leído la Constitución? El Artículo 33, Capítulo III de nuestra Carta Magna dice claramente: Los extranjeros no podrán de ninguna manera, inmiscuirse en los asuntos políticos del país… y pues, no sé si ya lo sabía, don Fidel, pero Julio Furch (argentino), Fernando Meneses (chileno), Juan Ángel Albín (uruguayo) y Daniel Villalba (argentino) desfilaron el pasado domingo en el distrito por el que usted contiende, cuando inició el aquelarre electoral. Aguas, pues. Yo nomás digo.



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lunes, 6 de abril de 2015

Cuidado con los agentes del caos electoral

Miguel Ángel Gómez Polanco

Llegó la hora cuchi-cuchi, como dijera Beto “El Boticario”. Aquella época en la que el significado de “guerra” se convierte en la más espectacular y versátil herramienta de persuasión. Esa temporada en la que sales a orear tus ideas en alguna plaza pública, pero regresas a tu hogar como “turista electoral”, con propaganda política hasta en los calzones.  Así es: iniciaron las insufribles campañas.
            Atrás quedaron los Morris, los 132 y los peligros para México. Si acaso, permanece en la confundida molestia colectiva aquello que con abolengo han llamado “el caso Aristegui”, lo cual no es más que un acontecimiento diseñado para “alborotar el gallinero” (y que ha logrado con éxito, por cierto).
No obstante, la más reciente reforma en materia político-electoral está en marcha, y con ella, la ciudadanización de la democracia está más cerca (o por lo menos eso se espera).
            Pero a pesar de esto -y para nuestra desgracia- lo que prevalece es el desconocimiento y el desinterés en algunos de los temas de la agenda nacional que, en estos momentos, juegan un papel determinante para alcanzar aterrizar la conciencia de voto que tanto le urge al país.
            En este contexto, uno de los factores más afectados es el ejercicio mismo del voto. ¿Votar o no votar? Es la pregunta que una cantidad considerable de connacionales se preguntan; con miedo y hasta con dejos de mala leche en quienes más o menos saben lo que significa la duda por sí sola.
            Como ejemplo de lo anterior, está una información que a menos de 24 horas de iniciadas las campañas electorales, ha comenzado a regarse como pólvora, con la evidente finalidad de agravar la irresponsabilidad cívica de las votaciones.
            Varios medios de comunicación han circulado una tormentosa noticia: si no votas o promueves el abstencionismo, te irás al bote o mínimo tendrás que pagar una multa por ello, de acuerdo –según ellos- en el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales.
            Ahora bien y como siempre: el presente panfleto, en su incesable búsqueda de representar un elemento útil y menos alarmista de y para la información; expone lo siguiente para su consideración y en relación a dicha “noticia” que ya le ha provocado varios sustos a la sociedad.
            El Artículo 7 del Capítulo II de la Ley General en Materia de Delitos Electorales (vigente al 26 de marzo de 2015), dice:

Se impondrán de cincuenta a cien días multa y prisión de seis meses a tres años, a quien:


III. Haga proselitismo o presione objetivamente a los electores el día de la jornada electoral en el interior de las casillas o en el lugar en que se encuentren formados los votantes, con el fin de orientar el sentido de su voto o para que se abstenga de emitirlo

Asimismo, el numeral VII del mismo Artículo, especifica:

(A quien) solicite votos por paga, promesa de dinero u otra contraprestacion, o bien mediante violencia o amenaza, presione a otro a asistir a eventos proselitistas, o a votar o abstenerse de votar por un candidato, partido político o coalición, durante la campaña electoral, el día de la jornada electoral o en los tres días previos a la misma.


De igual forma, se sancionará a quien amenace con suspender los beneficios de programas sociales, ya sea por no participar en eventos proselitistas, o bien, para la emisión del sufragio en favor de un candidato, partido político o coalición; o a la abstención del ejercicio del derecho de voto o al compromiso de no votar a favor de un candidato, partido político o coalición.

Como se puede apreciar, el documento precisa (y por si las dudas, en esta ocasión quien suscribe lo ha subrayado para que no queden dudas), que las sanciones –ya sea cárcel o multa- se aplicarán a quien coaccione el voto o la anulación de éste el día de la jornada electoral o tres días antes, no antes y menos, después, mientras que en el apartado de los programas sociales, la negación de éstos utilizando la abstención del voto o el sufragio a favor de algún candidato o partido político, queda reservado para el desarrollo de las campañas o el día de la jornada, pero solo tratándose de coacción.
            ¿Qué refiere lo anterior? Ahí le va, para que ya le baje a los bolillos para el susto: la libertad de expresión no se coarta con  la nueva Ley Electoral, pues únicamente el condicionamiento de medios públicos (como los programas sociales) son motivos de sanción, lo cual queda –además- especificado en los artículos subsecuentes (8, 9, 11 y 20) donde se acentúa que durante la fase de campañas, únicamente los servidores públicos o funcionarios electorales que coaccionen el voto o la abstención, serán castigados.
            La reflexión, sin embargo, es: ¿en realidad es conveniente no votar? ¿Esto, independientemente de que haya personajes tan representativos como Javier Sicilia que promuevan la anulación del voto?
            Si se lo dejamos a la matemática básica, la explicación sería más o menos la siguiente: si tenemos seis votantes, de los cuales tres sufragan por un mismo partido y dos por otro, queda uno que sería el decisivo. Si éste es anulado ¿quién gana, entonces?
Por tanto, echémosle tantito coco si es que de verdad “estamos hartos”, sugiero. 
Si no, quizás al igual que quien difunde información falsa (sobre todo por internet) como la de las sanciones por promover la abstención; nos convertiremos en simples agentes del caos electoral que terminarán igual de empinados que quien sí votó ¿o no?
           


SUI GENERIS

Hay que tomarle la palabra al presidente Peña. Dice que en México, 47.4 millones de personas tienen acceso a internet. Es decir: que durante su gestión, el porcentaje de internautas ha aumentado de 21 a 40 por ciento la cantidad de usuarios (y vaya que debemos agradecerle el hecho, pues sus “chistes” no es tan fácil encontrarlos en los medios de comunicación tradicionales).
            Pero ¡cuidado! Porque la internet tampoco garantiza veracidad en lo que se ve y menos aún asegura que habrá de esa prostituida “objetividad” que por inercia buscamos en los contenidos que circulan en la también conocida como “supercarretera de la información”. Eso ya lo deberíamos saber.
            Y es que aterrizando lo anterior en nuestra entidad, Veracruz está, junto con Zacatecas, Chihuahua, Michoacán y Nayarit, en el Grupo II de mayor incidencia en abstención, según el Instituto Nacional Electoral, por lo que es de esperarse que, dada la coyuntura socio-política del país, estas elecciones representen el momento ideal para la confusión por parte de los actores políticos y mediáticos que tienen como especial interés desestabilizar los comicios a través de información tergiversada a través internet; recurso que ha aumentado exponencialmente su presencia en la decisión de voto de las y los mexicanos, precisamente por la apertura por la que pasa su acceso.


POST-IT: Y a todo esto ¿qué de malo tiene si en un futuro no lejano se institucionaliza el voto obligatorio en México? Quizás representaría un acicate necesario para indagar más por quién estamos votando y no hacerlo a lo bruto (como bruto es no votar, también para después quejarse de que ganó “el o la peor”… sin que nosotros hiciéramos algo para evitarlo). ¿Qué no todo México quiere un presidente como el ex de Uruguay, José “Pepe” Mujica? (o por lo menos eso se dice en las redes sociales). Bueno, pues allá en el país sudamericano es constitucionalmente obligatorio el voto y el porcentaje de participación electoral en las últimas cuatro elecciones no ha variado en más del dos por ciento, en comparación con el siete por ciento oscilante de México ¡plop!



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