Miguel Ángel Gómez Polanco
El 18 de julio del año 2012 sentó un importante
precedente democrático en México, que si bien resulta engañoso por el limitado
abanico de oportunidades que representa en la actualidad, pone a la sociedad
mexicana en un plano de alternativa política que recientemente tuvo
antecedentes cuya naturaleza aspiracional, podría derivar en una organización nunca antes vista
electoralmente: la Reforma Política era avalada por la Cámara de Diputados y
entraría en período de revisión en el Senado.
Un
año más tarde y ya cocinada la elección presidencial en la que Enrique Peña
Nieto y el PRI enfrentaron la dura conciencia colectiva, cada vez más madura y
representativa en el entorno electoral; dicha revisión ha concluido en la
aprobación de las candidaturas independientes por parte del Senado de la
República, el pasado 22 de agosto, mediante la modificación del Artículo 116 de
la Constitución Mexicana (transformando su inciso “E” y, con ello, la
“exclusividad de registro” de los partidos políticos para con los candidatos en
contienda) y de conformidad con lo expresado en otro de éstos, el 35, donde desde
la Reforma Política del año 2011 se establecían las candidaturas
independientes, pero no se especificaba el marco en que podían presentarse.
Así
pues, todo queda de la siguiente manera: (Las
constituciones y las leyes de los estados en materia electoral garantizarán
que) se fijen las bases y requisitos para que en las elecciones los ciudadanos
soliciten su registro como candidatos para poder ser votados en forma
independiente a todos los cargos de elección popular, en los términos del
artículo 35 de esta Constitución.
Sin
embargo, este paso trascendental en la vida política de nuestro país, al
parecer y como he mencionado, quizás se presente en un momento poco idóneo, debido
a que la coyuntura estructural por la que trasiega la nación, va en otro orden de ideas acaparan el interés, consignas, acuerdos y
desacuerdos.
Entre energéticas,
educativas y hacendarias, las expresiones dan forma a un contexto todavía
lejano del que, diría mi abuelo, “es el meollo del asunto”, si consideramos que
el parte aguas de todo esto es precisamente la elección de quienes nos
gobiernan.
Como
es sabido, próximamente habrá también cambios constitucionales en el tema
electoral, cuya finalidad será -por lo menos en teoría- atar los cabos sueltos
de un Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales mocho, con graves vicios (sobre todo en
las directrices de fiscalización y transparencia por parte de las instituciones
políticas que hasta la fecha siguen aprovechando para su beneficio) y, desde
luego, la centralización de las funciones comiciales, eliminando a los órganos
locales para crear el Instituto Nacional de Elecciones, conservando su
autonomía.
La pregunta es: ¿realmente
está preparada la sociedad para ejercer a plenitud su derecho de “votar y ser
votado”? o ¿contará con los recursos necesarios, económicos y hasta emocionales
(por aquello de la confianza), para lanzarse a “la guerra por el sufragio” y enfrentar
los trucos, las estrategias sistemáticas y la tradición corruptible de los
procesos por el poder, como una elección; ya sea local o federal?
SUI
GENERIS
Seguramente el Candigato Morris, el Burro Chon y
cuanto invento subversivo y de pedante insurgencia saltarán de la alegría con
esta aprobación ¿y sabe qué? No sabe cuánto me preocupa.
La información de este
tipo es manejada ya ni siquiera a conveniencia, sino con completa
superficialidad mediática, incluso tratándose de modificaciones
constitucionales que otorgan o maximizan los derechos con los que contamos con
nuestra simple ciudadanía.
La
responsabilidad está en la sociedad para conocer los términos en los que reposa
la calidad cuantitativa de una supresión aplicada al inciso “E” del Artículo
116 Constitucional y dejar de lado el aspecto cualitativo que desde el año 2011
existía pero no había sido explorado, pues a partir de ahora ya cuentan los
nombres y las veces que sean votados. Ya no será sólo un “espacio en blanco”
para apuntar por quién emitimos nuestro sufragio; podremos registrar a quien
más nos convenga y apoyarla o apoyarlo.
Un
cambio de este tipo requiere de quien le pertenece; la ciudadanía,
instituciones y quien lo regula. Llevará tiempo, por ello es de suma
importancia saber más y dejar, de una vez por todas, la tradición
latinoamericana del “no sé, no puedo” y convertirlo en un “ya sé y me cumples”,
como dijeran por ahí, “con los pelos de la burra en la mano”.
Twitter: @MA_GomezPolanco
Facebook: Miguel Ángel Gómez Polanco
Correo electrónico: magomezpolanco@gmail.com
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