jueves, 20 de junio de 2013

Yo, partidócrata

Miguel Ángel Gómez Polanco

“Nos vamos perdiendo en nuestras propias creaciones. Las instituciones se han apoderado de las ideas, los debates. Han acabado con nuestras aspiraciones como sociedad”. ¿Cuántas veces hemos escuchado expresiones como esta? Tristemente, la cantaleta de siempre: los partidos, son los responsables de todo.
Así es, amiga y amigo lector: como si se tratara del regreso al feudalismo, en México –extrañamente- el pueblo trabaja para la clase política a través del voto y las transformaciones sociales que derivan de ello, dan lugar a nuevas ideas para la evasión legal, a cambio de una falsa representatividad, siempre vertical y pagando el precio del derecho a sufragar –          pero no de ser sufragado, pues siempre es la misma gente- a través del descontento, mesurado e intrascendente, expresado en formas que están lejanas a la legalidad que exige el propio reclamo y, por lo tanto, estériles y sin posibilidades de cohesionarse en un beneficio común, fuera de lo que las instituciones políticas representan por sí mismas.
Recordamos aquello de “poca política, mucha administración” como la máxima que destrozó el frágil civismo del ciudadano y dio prioridad al crecimiento económico. De ahí que se entienda a la mafufada denominada “neoliberalismo” como la unificación de ambos criterios, como si la frase acuñada en el Porfiriato cambiara a la de “Política a medias y a medio administrar”, permitiendo que el desenvolvimiento social se dé a la par del gubernamental, aunque por momentos sea con el único fin de que el pueblo se entretenga solo y no hacerlo partícipe de las decisiones, pero sí se enoje y haga berrinche, sin que ello tenga un impacto real en el destino de quienes controlan el país.
Para eso nacen los partidócratas o “hijos de las instituciones”; megalómanos que se toman tan en serio sus ideas sobre la influencia de los partidos políticos hasta en el aire que respiran y que todo lo que dicen, -medio- verosímil o no, la convierten en Ley y no hay poder humano que los haga cambiar de perspectiva, aunque a la larga sean solamente posturas caprichosas.
El partidócrata a menudo confunde “corporativismo” con “activismo” y se rebela contra algún comportamiento arraigado en aras de lo que piensa que es la democracia, con argumentos o sin ellos, dando como resultado que la concentración de la información de la que dispone, quede alejada de la opinión pública generalizada para fines no sólo de consulta, sino del fortalecimiento de los puntos de vista en común.
Los partidócratas se identifican por colores, no por ideales y quien no piense como ellos, que se cuide. Se segmentan entre los que dicen “sí” y los que dicen “no”, pero de nuevo: alejados de las instituciones que los alientan, las cuales son protegidas por un sistema creado ex profeso para ello y a las cuales los partidócratas tienen la “obligación” de atacar lo más que se pueda, “proponiendo” acciones desesperadas, ante la incredulidad en las instituciones, por la vía legal.
            Irónicamente, la partidocracia no puede ser concebida sin la existencia del más odiado impulsor de la democracia en nuestro país: el Partido Revolucionario Institucional, creado como tal en 1946, al mismo tiempo en que se dio la primera reforma a la Ley Federal Electoral que se basaba en la formalización de los partidos políticos en México.
Sí: ese PRI de las decadencias y resurgimientos, los pleitos y la discreción, reformador y deformador, que a finales del siglo XX y en lo que va del XXI, ha confirmado su mutación –más no evolución- de institución política cimentada en la promoción del desarrollo económico y social, al de la acumulación de riqueza para un feudo militarizado al que no importan los “cómos”, sino los “cuántos”; clientelar e incongruente, en la mayoría de los casos, entre lo que representa como institución política y lo que ofrecen aquellos a quienes abandera, muchos de éstos, talentos que terminan siendo desperdiciados ante un anti-priismo que cada vez aumenta más en México..
            Es por ello que resulta complicado no justificar a quienes lo aborrecen, aunque como dijera mi santa madre, “tampoco es para tanto”, pues justamente lo que se logró con la institucionalización de la democracia en México mediante el Partido Nacional Revolucionario  y los partidos políticos subsecuentes a mediados del siglo pasado, es lo que ahora también ha mutado –y tampoco evolucionado- en un fenómeno social caracterizado por el hartazgo, las modas y el desconocimiento; un falso caudillismo, insano y surreal como el que promueven ciertos sectores, de los que sobresalen el de las contracampañas disfrazadas, como #YoSoy132, o aquel que es una oda a la ignominia legal, otrora símbolo social y convertido en el ícono de la partidocracia extrema: el Candigato Morris.


SUI GENERIS
Tan grave es el problema de la partidocracia, que en estos momentos la situación electoral del “tricolor” está en vilo en varios de los municipios veracruzanos que tradicionalmente han sido gobernados por ellos, dificultando que la ciudadanía discierna entre partido y candidato, debido a funestos antecedentes recientes como institución gobernante.
            Ejemplo claro es Xalapa, donde Américo Zúñiga Martínez lucha contra la credibilidad perdida por el PRI que representó David Velasco Chedraui (hoy contendiente a la diputación con un predecible triunfo, soezmente comprado con la ayuda de la "hogareñamente" conocida y políticamente inerte “Gaby Zamudio”), así como por el trabajo de la mercenaria de la población vulnerable, Elízabeth Morales García.
En estos casos sería bueno recordar que la multicampeona de natación arrebató literalmente la candidatura a Zúñiga Martínez hace tres años de la forma más baja, colgándose además del poder de la estructura priista en la capital para satisfacer sus ambiciones municipales, poniendo en peligro un triunfo actual que, además de reivindicar a un indudablemente renovado y capaz Américo, daría al PRI una nueva oportunidad en la persona que lo representa, pero no como institución, pues el anti-priisimo difícilmente perdonará lo hecho hasta ahora por esos grupos que han encargado de desprestigiar a su propio partido.


Post-it 1: Recientemente se interpretó una declaración de la exconsejera del Instituto Federal Electoral, Daniela Griego, como si los votos por Morris “no fueran nulos” y se encontraran dentro de un marco legal-electoral.
            Consultando con compañeros abogados y especialistas en el tema, la conclusión fue la misma que he ha planteado: la desinformación está acabando con el poco sentido común de la gente.
            Quizás lo que Griego Ceballos quiso decir fue que la opción de “candidato no registrado” está considerada como una alternativa de voto legal, sin embargo, quien sea anotado en este espacio, debe cumplir con los requisitos constitucionales que dan sentido a la ciudadanía que goza de derechos político-electorales, como votar y ser votado para poder ser declarada o declarado ganador.
Hay que ser claros en esto: un animal no posee estos derechos, por lo que hacer válida la opción de “candidato no registrado” con Morris, tampoco significa que un gato pueda ser declarado como ganador legalmente, dándose la posibilidad de que los propios partidos políticos impugnen el resultado y ni siquiera se tenga que llegar a la anulación del proceso.
            Una de las vías legales posibles es que, posterior a la impugnación, se dé como ganador a quien resulte “segundo lugar legítimo”. Es decir: el “humano-ciudadano” que constitucionalmente sea apto para gobernar, esto, apegado a derecho y en Tribunales Electorales. La otra es que se haga válida la causal de nulidad al contar con el 20 por ciento de los votos nulos cuantificados, aunque dados los antecedentes que distinguen al Tribunal Electoral del Estado de Veracruz, difícilmente se daría esta opción.
            Pensémosle, pues, otra vez, si queremos dejar un precedente improvisado (de esos que en períodos en los que no hay elección, nunca se ven)  o mejor plantear un método más organizado de reclamo, perdurable y enriquecido haya elección o no.

Post-it 2: La partidocracia también afecta a los medios de comunicación. De hecho, mucha de la prostitución informativa que promueven –y presumen- los monopolios mediáticos en México, se debe al rasgadero de vestiduras de aquellas y aquellos comunicadores y periodistas que pregonan objetividad en sus actos y palabras, cuando “por debajo del agua” en realidad se trata de “atextinos a sueldo” y convenencieros de la democracia.
            Por ello, aclaro: quien suscribe autor de este panfleto, apuesta por la veracidad, no por una hipócrita imparcialidad. La ética no está peleada con los discursos cimentados en las preferencias que tenemos los analistas, periodistas, comunicadores, etcétera.
            Basta de partidocracia nociva, sugiero. Quien quiera apoyar a alguien; no importa si es priista, panista, perredista o del color que sea, que lo haga, pero si se dedica a los medios de la comunicación, que fundamente su apoyo, tal como se estila en sociedades más desarrolladas, como la norteamericana: allá sabemos perfectamente qué televisoras son republicanas y cuáles son demócratas; algo que no insisten en ocultar ninguna una de ellas, pero siempre exponiendo el por qué, como dicen, de “lo que les truje” o interesa difundir sobre la o las personas de las que hablan y escriben.
            En este escenario, la imparcialidad férrea no tiene por qué ser un requisito indispensable para colaborar con la sociedad, siempre y cuando lo que se haga, sea en completa civilidad y de forma propositiva, no para descalificar.

Post-it 3: Interesante punto de vista de John Ackerman en su texto “Comunicaciones privadas e independencia nacional” en torno a la utilización de las redes sociales. Ahí, el doctor en sociología e investigador titular del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, expone la ironía de las tecnologías de la información, la privacidad en éstas y la insufrible costumbre del mexicano de no organizarse de forma integral, sino sesgada y con altos grados de ignorancia respecto al proceso que debe seguir para alcanzar los objetivos que pretende.
Una prueba más de que "Morris" constituye otro ejemplo de que demasiado tiempo en la computadora, puede ser perjudicial, si lo que tenemos en "Favoritos" es Facebook y no el material necesario para fortalecer nuestro ojo crítico y a su vez, práctico y congruente con lo que "exigimos".
Comparto con ustedes el link por si desean consultarlo (ojalá que sí): http://soberaniapopularmx.blogspot.mx/2013/06/comunicaciones-privadas-e-independencia.html





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