viernes, 8 de diciembre de 2017

Hubris, mesías y elecciones, lo que nos depara 2018

Miguel Ángel Gómez Polanco

“Puedes observar cómo la divinidad fulmina con susrayos a los seres que sobresalen demasiado, sin permitir que se jacten de su condición...puedes observar también cómo siempre lanza sus dardos desde el cielo contra los mayores edificios y los árboles más altos, pues la divinidad tiende a abatir todo lo que descuella en demasía”

-Herodoto


En 2009, dentro del número 132 de la revista "Brain: Journal of Neurology", el académico del departamento de Psiquiatría y las Ciencias del Comportamiento en la Duke University (Estados Unidos), David Owen, hizo un análisis de varios dirigentes y líderes mundiales que no padecieron dolencias mentales pero desarrollaron un tipo de comportamiento que el mismo autor, junto al psiquiatra Jonathan Davidson, denominaron “Síndrome de Hubris”.

De acuerdo con los estudios que realizaron ambos, sustentados en gran medida por antecedentes empíricos y hasta clínicos de grandes personajes del estudio de la mente como Sigmund Freud, Jerrold Post e incluso del célebre historiador y periodista, Malcolm Gladwell; el artículo describe, con base en las anotaciones hechas a partir de la contemplación conductual de 100 de los más importantes mandatarios de la historia universal, un posible trastorno sicológico (sí, así se escribe ahora según la RAE) que, debido a sus características, se le denominó “la enfermedad del poder”.

Resulta que el “Síndrome de Hubris” (de la raíz griega “hibris”, entendido como “desmesura”) caracteriza a quien lo padece por una severa impetuosidad, así como por su aversión por las sugerencias o consejos, además de poseer una forma de incompetencia derivada de su impulsividad, dificultad para evaluar consecuencias de los propios actos e intolerancia a los errores, porque se creen “todopoderosos” e infalibles.

Según Owen y Davidson, este trastorno, aunque no está reconocido todavía como tal (por lo menos hasta Manual siquiátrico DSM-V) éste ha comenzado a utilizarse como terminología descriptiva para personas que presentan cierta sintomatología asociada con la obtención del “poder” relacionado con los Gobiernos, destacando detalles de personalidad como ver al mundo como un lugar de autoglorificación o manifestar un celo mesiánico, exaltado continuamente en su discurso.

Además, las y los individuos con “Hubris” muestran excesiva confianza en sí mismos, exhiben una fe inconmovible en que serán reivindicados y, de manera muy natural –ojo- recurren a acciones inquietantes, impulsivas e imprudentes que suelen ver como una razón propia que los demás deben asumir como una verdad absoluta.
            
        Sí, amable lectora y lector, estoy seguro que hasta aquí, a usted –como a mí- nos suenan muy conocidos estos síntomas, sobre todo, con el 2018 en ciernes.
            
      Y es que México, sobre todo en las dos últimas elecciones presidenciales (2006 y 2012) ha iniciado con la experimentación en ascenso de un culto a la personalidad y caudillismo inéditos, provocados en gran parte por el hartazgo social que ha encontrado, principalmente en las tecnologías de la información, una manera de despertar de su aletargada sumisión, pero con cantidades de adrenalina que a veces confunden el verdadero ideal de cambio, sustituyéndolo por un extraño conformismo representado en “hacer del menos pior, al ideáticamente mejor”.
           

SUI GENERIS

Las y los mexicanos deberíamos estar muy agradecidos con Owen y Davidson: por fin tenemos un término sustentado en la ciencia para calificar a quienes proponen “amnistías” con la delincuencia y después aparecen felices de la vida liberando tortuguitas en las costas de Oaxaca.

            También, el “Síndrome de Hubris” alcanzará, gracias a los mencionados especialistas, para describir a aquellos que, ya “dedeados”, inician con el dispendio a varios medios de comunicación para que éstos hablen bonito, qué digo bonito ¡hermoso y poético sobre ellos! coartando la libertad de expresión con tal de obtener uno o varios sesgos de opinión pública para que los votantes viejos, los nuevos y los intermedios no se acuerden de sus pasajes fraudulentos (como el Fobaproa).

Pero a estos personajes se les olvida que en la historia del que cree (y del que no, también), y tal como lo afirma Herodoto: la divinidad se encarga de poner todo en su lugar, cuando la desmesura y el exceso se vuelven el sello de quien busca el poder -ahora sí, dicho con certeza- de forma enfermiza, valiéndose del pueblo que los elige.


            Así que ya lo sabe: si usted conoce a algún paciente potencial de “Hubris”, de preferencia, no vote por él. No nos vayamos a convertir en súbditos de su trastorno.




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miércoles, 11 de octubre de 2017

La gran estrategia

Por Miguel Ángel Gómez Polanco


“El arte de la guerra se basa en el engaño. Por lo tanto, cuando es capaz de atacar, ha de aparentar incapacidad; cuando las tropas se mueven, aparentar inactividad. Si está cerca del enemigo, ha de hacerle creer que está lejos; si está lejos, aparentar que se está cerca”

-Sun Tzu

Panorama ajeno a la normalidad de la utópica democracia mexicana, es el que comienza a presentar de cara a 2018. Y no sé si eso sea bueno o malo, la verdad.
            La falsa insurgencia de los ideales, las rupturas por un lado y las uniones por otro, la necesidad de perpetuarse en el poder y, al final, los gritos en silencio de una sociedad aletargada y confundida, son el sello que caracteriza a la “fiesta grande” del año que viene.
            Bien decía el padre de la estrategia de guerra, Sun Tzu, cuando refería que la victoria, en gran parte, lleva consigo dosis de engaño, de crisis, de juego, y a veces hasta de carisma; ese carisma que, en un país como el nuestro, vengativo y que prefiere la burla que el raciocinio, se convierte en un activo preferencial que sobresale por encima de las capacidades reales que tiene tal o cual persona para gobernar un país de alta complejidad en lo general, fomentando un “simpático caudillismo” en lugar de apostar a consolidar una verdadera revolución progresista.
            Pero ¿y si todo esto estuviera planeado? ¿y si todos fuéramos parte de una gran estrategia para “ceder” ante el drama y la teatralidad de cambio, mediante inusuales formas de hacer política y pactos indecibles para relanzar, por ejemplo, un populismo “mejorado” como el que practicaron personajes como Plutarco Elías Calles y hasta Lázaro Cárdenas?
Y es que cuando existe una combinación entre crisis y reformas de corte estructural que tienen como cometido debilitar a los partidos de masa, la partidocracia inicia un declive con miras al fortalecimiento del populismo. Eso es indudable.
            Y por increíble que parezca, al interior del partido que encabeza el régimen actual en México, pareciera que sabían de la crisis que vivirían posterior a su retorno en 2012, por lo que decidieron “no irse solos” creando placebos de unidad, como el “Pacto por México”,  para generar reformas que, sin duda, debilitaron a las fuerzas políticas que lo integraron, destacando la izquierda como principal perjudicada de este efecto.
            Pero lo anterior tiene consecuencias todavía más graves si no se toman las consideraciones necesarias, pues tal como lo definen Carlos de la Torre y Enrique Peruzzotti en el libro “El retorno del pueblo: Populismo y nuevas democracias en América Latina”, esta crisis partidocrática (provocada) favorece la aparición o fortalecimiento de figuras populistas o “outsiders”, o sea, entes que aparentemente no forman parte del sistema hegemónico y cimientan su discurso, principalmente, en el ataque al mismo. ¿Le suena conocido?
            Lo preocupante del asunto para México, es que este proceso no es precisamente parte de un ciclo democrático en busca de una verdadera representación política y mucho menos ciudadana. Sin embargo, esa es la idea que se “vende” más, la que más “pega”.
            Y le puedo casi garantizar, amiga y amigo lector, que el inédito brote de aspiraciones a candidaturas independientes, mucho tiene que ver también con ello.
            Hasta el 10 de octubre de los corrientes, van 36 aspirantes a candidatas y candidatos que buscarían la presidencia por la vía independiente. Pero ¿qué relación tienen éstos, además de ser una aparente consecuencia del fenómeno de fractura partidista descrito líneas arriba?
            Pues ahí le va: ante la falta de representación sectorial en México, los polos opuestos se han tenido que ver en la necesidad de atraerse, pero sin reflectores. Eso explica que el surgimiento de candidaturas independientes pudiera ser el resultado de negociaciones entre estos polos, con el afán de dividir el voto, terciar la elección y centrar la victoria en el voto duro o adquirido, pero no en un legítimo propósito de cambio.  Un “divide y vencerás” a gran escala, para acabar pronto, liderado por fuerzas políticas disque opuestas. Igual por eso aquello de “si te arrepientes, te acepto” que practican algunos.
            Y para alcanzar este cometido, se deben definir “perfiles” específicos que confundan la intención de voto y se muestren aparentemente incluyentes, pero en realidad sea parte del telón en un teatro para fragmentar, dividir ¡pulverizar el voto!
“¡Una candidata de extracción indígena, claro, es uno de los sectores más fuertes!”, “¡una desertora sin posibilidades, pero icónica para el único partido que ha logrado la alternancia en los últimos 17 años, qué buena idea!”, “¡el primer gobernador independiente, que “busque” ahora ser el primer presidente independiente!”
            Y así, dar forma a la gran estrategia del engaño: diseñar un “independiente” para cada “dependencia” de la gente, que tercie la elección y evite que se polaricen los votos y las expresiones, debilitando a los bloques que buscan unificar esfuerzos con una meta común, un bien común.


SUI GENERIS

Una elección presidencial terciada con "independientes-dependientes" en una partidocracia lacerada pero vigente como la mexicana, solo beneficia a los promotores de la división y no le conviene al país. Que no nos engañen.
Lo que urge, sí, es ciudadanizar la democracia en México. Urge que se alcance una mayor y más real representación. Urge el parlamentarismo y, de una vez por todas, olvidarnos del centralismo del poder en el presidencialismo de una sola persona.
La sumisión, mesianismo y devoción de la cultura mexicana, nos mantienen al borde de caer en dictaduras… todavía. Y ni la “independencia” de aspirantes, ni la “mafia del poder”, pero mucho menos la demagogia antisistema de quienes ofrecen indulgencia política a cambio de inclusión, tienen la solución, si no es el pueblo el que razona en esto.


Aguas.



jueves, 20 de julio de 2017

De la Venezuela madura a la inmadurez mexicana


Miguel Ángel Gómez Polanco


En medio de la ingobernabilidad y represión de inconformidades, Venezuela transita por una de las etapas más álgidas en poco más de 18 años de régimen chavista, pero también con un alto grado de influencia para toda América Latina.

Las malas prácticas y subsecuentes reacciones de Nicolás Maduro para contener a la oposición a su Gobierno, han derivado en que éste utilice su posición para determinar modificaciones, incluso con rango constitucional, y “reinventar” el marco de su reprobada gestión, con la intención de prolongarlo mediante el empoderamiento de la minoría que representa hoy en día el chavismo.

Algunas de las formas que Nicolás Maduro se encuentra en vías de cristalizar radican en someter a la Suprema Corte de Justicia de aquel país, para que dicha instancia (la máxima en materia en impartición de justicia) avalara la convocatoria de un Congreso Constituyente para rehacer la Carta Magna venezolana, sin tomar en cuenta al parlamento y, por ende, dejar fuera a la representación popular.

No obstante, la ebullición social se ha hecho presente, y sí, con madurez, al convocar justamente el Parlamento a una Consulta Pública “simbólica” (pues el mandatario ni en sueños se atrevería a hacerlo por la vía del Referéndum) para conocer la postura del pueblo venezolano en torno al rediseño de la Constitución de su país.

El resultado: un triunfo apabullante del rechazo (7.2 millones de personas, equivalente a siete de cada diez habitantes) a que se reescriba el documento que, entre otros temas, contemplaría modificar las reglas de elección popular, sesgar los derechos político-electorales de las y los ciudadanos y partidos políticos para promover una República unipartidista, censurar y criminalizar las manifestaciones de oposición al régimen y, en esencia, imponer un Estado totalitario y, además, perpetuarlo. 

Es decir: cambiar al país y distanciarlo de lo consagrado en la Constitución actual, que en su Artículo 347 establece que el pueblo de Venezuela es el depositario del poder constituyente originario y no una víctima del poder fáctico, en este caso, de don Nicolás.

Además, la iniciativa de Maduro contemplaría reducir al máximo los beneficios individuales de la propiedad privada (incluso heredada) imponiendo impuestos altísimos e impagables a la misma y facilitando al Estado para expropiar prácticamente lo que se le venga en gana.

Vaya problemón tienen en Venezuela. La conducta de Maduro es todo menos madura y democrática. Pero ¿por qué en pleno Siglo XXI se ven estas cosas en América Latina?

Yo tengo una teoría que hoy les propongo, amables lectoras y lectores: dichas situaciones tienen un trasfondo, incluso conductual, que evidencia la naturaleza de las y los latinoamericanos: tendemos a oponernos a las decisiones de Estado, pues en la mayoría de los casos, nos cuesta trabajo entender la Ley. 

Y en México, ni les cuento. Ejemplos los hay y claritos. Ahí le van dos recientes:

El caso Coahuila, donde está en vilo la anulación de la más reciente elección de Gobernador. La razón: haber presuntamente violado el principio constitucional de equidad en las campañas, rebasando topes de gastos que en combinación con el requisito de la diferencia mínima de votos establecido en el Artículo 41 de la Constitución, hace que el asunto se convierta en una confusión sobre una posible causa para anular los comicios, dejando todo en manos de un cuestionado ente administrativo como el Instituto Nacional Electoral (INE)

Y aun cuando existen opciones -no aprobadas- para cambiar panoramas como el de Coahuila, como la segunda vuelta electoral ¿hemos reclamado que se tomen en cuenta? No. Incluso, de acuerdo con una encuesta de Consulta Mitofsky, más del 47 por ciento de los mexicanos no son partidarios de la segunda vuelta. La pregunta es ¿sabe realmente ese porcentaje los beneficios de una segunda vuelta que dé contundencia a la decisión popular?

Por otra parte, tenemos al nuevo Sistema Penal Acusatorio y  Adversarial que, producto de la reforma más reciente en la materia, ha sido objeto de las más amplificadas críticas derivadas de sus diferencias tan opuestas con el sistema mixto anterior al que estábamos acostumbrados, en el cual los derechos humanos eran violentados constantemente.

Sin embargo, ante la falta de capacitación de sus operadores (en todos los niveles de Gobierno) y la “impopularidad” social de este nuevo modelo (dixit Raúl Iruegas Álvarez, catedrático del Inacipe); el desconocimiento redunda en un caos de conceptos que mantiene en la incertidumbre a la opinión pública.

Total que la conclusión es que el desapego con la Ley y sus “trucos”, nos lleva a ser más reactivos y no preventivos, estacionados en la desidia, la apatía, irresponsabilidad o como usted le quiera llamar, dando como resultado que se elijan gobernantes con base en las emociones, las dádivas, las prebendas, el mesianismo, la “compra de las conciencias” y todo eso de lo que “siempre hay queja” y que, en la mayoría de los casos, deriva en que los mismos electores quieran –después del desastre- “quitar” a los gobernantes que eligieron, por causas de insatisfacción pero no de conocimiento de causa (y efecto); algo que al sistema, al final, siempre le convendrá para que todo siga igual.


SUI GENERIS

Y con todo el respeto al sector que seguramente divulgara lo contenido en este panfleto editorial como si fuera una “blasfemia” (además de seguramente insultarme); debo decir que es alarmante pensar que en México estamos bajo riesgo de que "alguien" quiera instaurar medidas similares a Venezuela, si éste llega a ganar en 2018. Por eso importante considerar el ejemplo venezolano y hacer conciencia.

Señales de esto que le digo, las hay. Por ejemplo, el fomento a la confrontación entre clases sociales (“ricos” y “pobres”), explotando la crisis de los que menos tienen para adecuar su carencia en un discurso político; la demagogia plagada de promesas para “reconstruir” la estructura política mediante discursos de crítica al pasado y su corrupción; posturas incendiarias que menosprecian a las instituciones y las amenazan; oposición absoluta a las reformas económicas, políticas y sociales, y el síndrome del “yo no fui” o “soy el único honesto” ¿les suena conocido? Pues a los venezolanos también.

Y es que entre Venezuela y México hay similitudes preocupantes que radican en la medianía de las clases sociales que debaten sus decisiones y el poder de las mismas, en factores impulsados por el hartazgo, el descontento, y repito: en las emociones… pero muy poco en el raciocinio (igual que en las increíbles –pero reales- dictaduras de proletariado).

Entonces ¿qué tan dispuestas y dispuestos estamos a conocer el marco legal de nuestro país, para exigir a nuestros mandatados con fundamento y, antes, elegirlos de manera verdaderamente legítima y no emocionalmente?

En 2018, la gran oportunidad… o mejor dicho: una más para dejar de ser un país inmaduro.


miércoles, 5 de julio de 2017

Javier Duarte ¿el poeta estratega?


Miguel Angel Gómez Polanco



El pasado martes, luego de salir de su segunda audiencia de extradición y tercera ante la justicia de Guatemala; Javier Duarte de Ochoa se aventó una declaración que aunque en principio dejó entrever que solo se trató de uno más de sus episodios de locura sociópata, podría tener una connotación más profunda respecto a lo que planean él y su defensa al llegar a México.



“Paciencia, prudencia, verbal continencia, dominio de ciencia,

presencia ¿o ausencia?, según conveniencia”



¿Por qué lo dijo? Pudiera ser un desafío a las autoridades mexicanas, o bien, una señal de confianza derivada de una complicidad manifiesta tras la presentación (¿amañada?) de la solicitud de extradición por parte de la Procuraduría General de la República (PGR), o quizás, en efecto, solo se trató de una prueba más de su perturbación mental y emocional.

Pero ¿y si realmente hay más tras este verso acuñado al escritor ibérico Santiago Montoto?



Paciencia, prudencia…

Como se sabe, México sostiene varios tratados con un sinnúmero países en relación a los mecanismos de cooperación en materia penal. De éstos, sobresalen los alusivos a procedimientos de extradición sobre peticiones para las mismas.

No obstante y de acuerdo a la convergencia mundial para el respeto de los derechos humanos, la mayoría de los tratados mencionados –si no es que todos- contienen “candados” legales que impiden la violación de derechos fundamentales, lo cual provoca un serio debate en la homologación de conceptos penales de acuerdo a los Sistemas de cada país.

Esto, para el caso de Javier Duarte, representa una aparente ventaja que depende de varios factores, desde la detención y solicitud formal de extradición, hasta la manera en que se presentó el allanamiento del exgobernador.

Y es que, cabe recordar, Duarte de Ochoa se negó a ser extraditado hasta que el Estado mexicano presentara la solicitud formal. Y muy probablemente con un objetivo particular.

Fue paciente para esperar a los términos en los que llegaría este documento a Guatemala y apeló a la prudencia –que nunca tuvo como gobernante- para actuar en función de la causa del requerimiento que haría la PGR, pero no del efecto de la detención misma.


… verbal continencia, dominio de ciencia

En apariencia, hubo un error: no es “contingencia” como lo dijo Duarte, sino “continencia”. Pero quizás no estuvo mal del todo.

De acuerdo con el Artículo XV del Tratado de Extradición entre los Gobiernos de México y Guatemala, existe un principio que limita a la instancia requirente de la extradición (en este caso, la PGR) para que una vez concedida, el entregado (Duarte) no pueda ser juzgado en México por otros delitos diferentes, anteriores y/o futuros, a los que se argumentan y demuestran en la propia solicitud.

A ello se le denomina “Principio de Especialidad”, el cual, de acuerdo con algunas tesis, está ligado al efecto que puede tener la reclasificación del delito en el país que requiere al detenido.

“La regla general es que el referente para determinar si se viola el Principio de Especialidad son los hechos que serán objeto del proceso penal. En otras palabras: es posible cambiar la denominación jurídica o reclasificar el delito; siempre y cuando no se varíen los hechos”, señala Francisco Javier Dondé Matut, Doctor en Derecho Penal Internacional y Derecho Penal Comparado, quien asegura que este principio “busca garantizar la seguridad jurídica del indiciado, para evitar que de forma impredecible se le apliquen disposiciones diferentes en la imputación de nuevos delitos”.

Javier Duarte negó rotundamente haber cometido delitos federales como los que le señaló la PGR en la solicitud de extradición. También negó haber sido, ser o pretender ser ejidatario mediante la compra de 21 parcelas en Campeche. Tal acusación, de acuerdo a su defensa, representa una “contingencia legal-argumentativa” pues aunque su nombre figura en los documentos de compra-venta, “no se puede comprobar que él fue quien encabezó la operación”.

Los abogados de Duarte, parecen tener dominio en la ciencia del Derecho, definitivamente.


… presencia ¿o ausencia?, según conveniencia

No hace falta pensarle mucho: Javier Duarte llegará a México, como vulgarmente se dice, “a llevarse entre las patas” a más personas que puedan ser sujetas a vinculación por los delitos que se le imputan, para intentar involucrar a un posible “cabecilla” y entonces quedar él –Duarte- como “uno más” o quizás hasta como afectado por el manejo turbio de documentación que lo hubiere incriminado, supuestamente, sin saberlo, y apelando al Principio de Especialidad para no achacársele más delitos.

De igual modo, es probable que Duarte busque restar legitimidad –principalmente- a la imputación del delito de delincuencia organizada, si es que las pruebas presentadas por la PGR no fueran suficientes para acreditar la permanencia o conducta reiterativa que son requeridas para la reclasificación de este delito y así, basarse únicamente en los hechos planteados en la solicitud de extradición de la PGR para, de nuevo, “protegerse” a través del Principio de Especialidad.

Incluso, la defensa de Javier Duarte podría argumentar que aunque las pruebas lo señalan como el presunto líder de una red criminal, él no la encabezaría, por lo que con base en el Principio de Especialidad (sí, nuevamente) dictado en el tratado de extradición con Guatemala, limitaría a la PGR para evitar sumar otros elementos adicionales a los presentados en la solicitud de extradición, lo cual haría variar la ejecución de la sentencia prevista (hasta más de 30 años de cárcel) y por ende, del proceso mismo.

Finalmente, sobre el delito de enriquecimiento ilícito, la defensa ha considerado que para que esta imputación tenga efecto, debe actualizarse la procedencia de las operaciones con las que presuntamente se habría favorecido Duarte de Ochoa.

Ante ello, la deslegitimación de su intervención como parte de una red de delincuencia organizada, desestimaría su participación directa y, por ende, buscarían ubicarlo como víctima de los movimientos de esta red y no como victimario o líder de ésta, en busca de su libertad… por increíble que suene.



SUI GENERIS

La clave, sin duda, radica en la reclasificación de los delitos que se tendrá que hacer, luego de que la Fiscalía guatemalteca acreditara los cargos por los que la PGR solicitó la extradición, posterior a que por medio del Derecho Comparado entre ambos sistemas penales, se avalaron las pruebas presentadas para declarar procedente dicha solicitud.
           O sea: en estos momentos, la Procuraduría General de la República tiene en sus manos “mejorar” la calidad de los elementos para la reclasificación del delito, cuando Javier Duarte sea presentado ante el Juez de Control radicado en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México, donde arribará tras ser extraditado.

¿Integró la PGR debidamente las pruebas en la solicitud de extradición, para que el Principio de Especialidad no fuera un “inconveniente” al juzgar a Duarte en México?

Las dudas quedan en el aire hasta que el que todo Veracruz considera -y sabe- es el responsable de la quiebra de Veracruz, arribe a México.



jueves, 29 de junio de 2017

¿Todos contra el PRI o todos a favor de México?


Miguel Ángel Gómez Polanco



Duro panorama tiene enfrente el priismo de cara a 2018. Los descalabros electorales de 2016 y 2017, sumados al cuestionado triunfo en su bastión político, el Estado de México, dejan al “tricolor” en una comprometida situación que permite pronosticar una batalla cruenta para la sucesión presidencial en ciernes.

            Y por si fuera poco, partidos políticos en otra posición quizás más optimista derivada de sus últimos resultados electorales, encabezados por el Partido de la Revolución Democrática (PRD); dialogan y promueven la posible estructuración de un bloque opositor como el Frente Amplio Democrático, en vías de “tumbar” al partido gobernante y como respuesta al pobre desempeño que ha tenido éste, luego de una ausencia en la Presidencia por 12 años.

Pero es necesario, para entender el posible efecto que tendía un Frente con estas características en nuestras tierras, conocer el impacto que han tenido movimientos similares sobre todo en Latinoamérica, donde la lucha por el poder suele polarizarse a grados incluso trágicos (léase Venezuela y Chile, como referentes más sobresalientes).

            En este contexto, hay un ejemplo que resulta inevitable traer a colación; en una parte, por lo exitoso que ha sido, así como por la similitud que guarda con las cualidades y virtudes, oportunidades y debilidades de nuestra nación, México.

            Uruguay: epicentro contemporáneo de los Frentes Amplios Democráticos y donde un 05 de febrero de 1971, bajo el liderazgo de tres partidos principalmente, el Comunista, Socialista y Demócrata-Cristiano, nacería uno de los bloques político-progresistas, plurales y democráticos más importantes del continente.

Sustentado en un sistema electoral de origen belga adoptado desde inicios del Siglo XX denominado “de lemas”; la nación uruguaya logró una convergencia de prácticamente todas las posturas ideológicas que cohabitaban en aquel momento, para lograr canalizar sus proyectos de Gobierno en una sola dirección.

Pero en el Frente Amplio de Uruguay, además, hay una clave imperdible: sus orígenes están cimentados en la unidad obtenida a través de organizaciones sindicales incorporadas a la llamada “Convención Nacional de Trabajadores” (CNT) la cual conglomera, desde la década de los años 70, a todos los intereses de la clase trabajadora -predominante en aquel país- como eje conductor de la selección de candidatas y candidatos con plena identificación ante el pueblo y con capacidades para gobernar.

            Otro factor fundamental en esta iniciativa fue que para llegar al “Congreso del Pueblo” que derivó en la CNT, las reuniones previas entre fuerzas políticas tuvieron como prioridad la consecución de acuerdos en beneficio de la sociedad, con conocimiento de las mismas y plasmándolas en planes de acción programáticos y no precisamente ideológicos.

            En la actualidad, el éxito de este Frente en Uruguay (convertido ya en un Instituto Político) es incuestionable: tres presidencias consecutivas ganadas a partir de 2005, entre ellas, con José Alberto Mujica Cordano, mejor conocido como “Pepe Mujica” al frente del país, cuya representatividad de progreso y extracción trabajadora, han generado una popularidad única no solo en América, sino en el mundo entero, ligada a los logros en materia de empleo, abatimiento de la pobreza, salud y en el sector energético (en este último rubro, ubicando al país como importante desarrollador de parques eólicos).

Y sí, seguramente usted está pensando lo mismo que yo: en ningún momento, la conformación del Frente Amplio uruguayo contempló como prioridad “derrocar” un régimen, sino privilegiar los intereses de la gente a través de la representación popular y un objetivo común.

            Pero en México tenemos un serio problema aspiracional, de poder, de respeto al pueblo, pero sobre todo, de conformismo.

Y es que más allá de la oportunidad que representa organizar un Frente Amplio Democrático en México “para sacar al PRI”, está la posibilidad de que México cuente con un Gobierno realmente plural y democrático, integrado por fuerzas políticas cuyas corrientes de pensamiento generen diversidad en sus políticas para el servicio público, dando al país un enfoque progresista y realmente competitivo. Esa debe ser la prioridad y así se tiene que ver.

No obstante, la tradicional incógnita mexicana continúa, ahora como un pesado lastre para que realmente se pueda pensar en una oportunidad inédita para nuestro país: ¿podrá una meta común basada la urgente necesidad de cambio, contra el populismo mesiánico y la “necesidad de ocasión”, ésa de los “500 pesos para seis años”?





SUI GENERIS



En éste el “siglo de las alianzas”, el PRD ha sido y será factor decisivo. La diferencia en votos que aporta este instituto político definirá, sin lugar a dudas, la denominada “madre de todas las batallas” en 2018.

Sin irse lejos: para 2016 en Veracruz, los 169 mil votos que cosechó el PRD fueron exactamente lo que dio la diferencia al hoy Gobernador Miguel Ángel Yunes Linares para su asunción a la titularidad del Ejecutivo estatal. Mientras, más reciente, en el Estado de México fue justamente la mayoría representativa de la izquierda entre Morena y PRD la que “ganó” en cantidad, pero no en las urnas ante la negativa de conformar una coalición que les hubiese dado una diferencia de casi un millón de votos (918 mil 709) por encima de los 2 millones 48,325 votos del PRI.

Y esto lo saben perfectamente al interior del Sol Azteca; saben de su recuperación y por ello ahora se promueven como los impulsores del Frente Amplio Democrático en el país.

            ¿Alcanzará el liderazgo de este resurgimiento de la fuerza más representativa de la izquierda, para consolidar un histórico Frente común que, además de derrotar al PRI, sirva como preámbulo de una nueva  y más democrática etapa de beneficios para México?