lunes, 28 de septiembre de 2015

En la tierra de Javier “el Erico XIV” Duarte

Miguel Ángel Gómez Polanco

Corría el Siglo XVI, la década de los años 60. La conquista de Estonia era la meta y dos reyes se peleaban la expansión de sus territorios: Erico en Suecia, Juan en Finlandia. Eran hermanos. El primero, destrozó las tropas del segundo; peor que Caín lo hiciera con Abel. Lo acusó de “alta traición” y fue juzgado, condenado a pena de muerte.
            El triunfo marcó una nueva época en Suecia, con un joven rey que apenas iniciaba su monarquía y ya tenía uno de los logros más significativos de la época, desatando la legendaria “Guerra de las tres coronas” que enfrentó al país gobernado por Erico, contra Dinamarca y Noruega, y que a pesar de las numerosas muertes que provocó, no sirvió de nada. Nadie ganó y los territorios quedaron iguales, mediante la firma del Tratado de Stettin.
            Pero este conflicto desató a una de las personalidades más recordadas de la historia, por la “locura” que le imprimió a sus acciones.
            Erico XIV, rey de Suecia, ante las pérdidas generadas tras una guerra sin vencedor, fue objeto de críticas, burlas, desprecio y sometido al escarnio público, que derivaron en la alteración de su comportamiento, por no aguantar la presión que involucraba ser una figura pública.
Erico se volvió un paranoico; temía que lo envenenaran y se rodeó de gente servil, sin vocación política, pero ideal para “resguardar” la integridad de su rey: mercenarios que actuaban por dinero, a las órdenes del mejor postor.
Entonces, Erico evidenció su naturaleza intolerante. No soportaba que se burlaran de él y a quien lo hiciera, lo mandaba a matar. Mismo destino tenía quien estuviera en desacuerdo con sus decisiones de gobierno.
Se convirtió en un ser totalitario y temeroso. Decía que cualquier opinión ajena a la suya, representaba una potencial intención de derrocarlo. Curiosamente, después de una serie de altercados con sus propios gobernados, ocho años duró su régimen hasta morir… envenenado.
¿Le suena la historia? Quizás sí. Estoy casi seguro.
            Veracruz, mi querido Veracruz; conocido mundialmente como Criminalandia (pero no por las cifras que usted conoce y que me abstendré de volver a citar); donde no hay mejor rigor que el oficial y quien esté en desacuerdo, seguramente es porque pertenece a aquella “oscuridad” que pretende desestabilizar el estado, no a la de informar.
            Veracruz, entidad en la que la mejor manera de educar, es reprimiendo la vialidad, la libertad de expresión. Lugar de vanguardia médico-psiquiátrica, donde se inventó el complejo del “Perro Chihuahueño” y la metáfora adquiere un sentido “chistocrático” a partir de parábolas sobre cañas y peces gordos.
            Mi Veracruz, la tierra prometida de Juvenal; la del “pan y el circo”, la “política de kínder” y un gobernante al que le gusta tener al enemigo en casa: mercenarios que lo “asesoran” dejándolo ventilar su preocupante personalidad desesperada.
            Y es que en Criminalandia, perdón, Veracruz; nadie quiere “envenenar” al “Erico XVI” Duarte, como pareciera que él piensa.
Veracruz lo que quiere es ver por lo menos un resquicio de la honorabilidad que le mandató el pueblo. Un poco de decencia para declarar, contestar, decir, hacer desde donde ostenta, como le corresponde. Hablar con el perfil de un gobernador elegido –se supone- democráticamente… y no recurrir al espectáculo para levantar el polvo a su “hermano” vencido por sí mismo; enajenado con sucederlo en el “trono”.
Veracruz ríe. Veracruz llora. Veracruz es reflejo de la actualidad de su gobierno: comenta su locura y la comparte, como buenos súbditos del “Erico” veracruzano.
La pregunta será: ¿está dispuesto Veracruz a heredar la corona a su “hermano” tricolor?
           

SUI GENERIS

Con respecto al ahora denominado Cañagate, comparto con usted algunos tips que le pueden ser de utilidad:

1. Recuerde aquella imagen: Javier Duarte, Héctor Yunes y Manlio Fabio Beltrones juntos.
2. Lea las “respuestas” de Yunes Landa al gobernador de Veracruz, luego de devolverle su caña para pescar.
3. Reflexione lo siguiente: ¿qué tan abajo se vino la imagen del "caudillo" de Soledad de Doblado, tras empezar a "juntarse" con el gobernador?
4. Ahora compréndalo así: al PRI le hacía falta (le urgía) hacer ruido... incluso a través de escándalos chistocráticos como el de este fin de semana, que devolvieran un poco el perfil "insurgente" y mediático que tanto le ha servido a Yunes Landa, y no el de entregado y obsesionado con la gubernatura, capaz de hacer lo que sea por alcanzarla.


Menos ruido, más seso, pueblo.



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