Miguel Ángel Gómez Polanco
Si existe un ejemplo claro del sometimiento,
desintegración y opresión contra uno de los perfiles culturales históricos más
significativos del país, su sinónimo es la comunidad Triqui: pueblo que lleva
tatuada la rebelión, democracia y autonomía en su haber, con una alta extensión
que ha cruzado fronteras, al grado de representar casi el once por ciento
(10.9) de la presencia jornalera en los Estados Unidos de América, donde son
representados por agrupaciones como la Organización del Pueblo Triqui, el
Frente de Lucha Triqui, el Frente de Lucha Triqui y otros.
Desde
la conquista española, hasta los intentos actuales por derruir la organización
alcanzada a través de los años; los triquis han encontrado en su régimen
asimilado -“a la fuerza”- al Estado Mexicano, una forma de defenderse y
fomentar diversas acciones para el desarrollo indígena, desde cuatro de los
cinco centros de concentración político-administrativa y religiosa, ubicados en
Oaxaca (San Andrés Chicahuaxtla, San Martín Itunyoso y Santo Domingo del Estado)
y donde sin duda, destaca el municipio autónomo creado en 2007, San Juan Copala;
resultado de la exigencia pacífica para el respeto de los pueblos indígenas.
La
cuestión es que, desde luego, quien suscribe autor de este panfleto no es
experto ni conoce a profundidad lo anteriormente descrito, aunque he decidido dar
este antecedente para dedicar las siguientes líneas a la paradoja del éxito que
sin duda demuestra lo que les contaré.
Resulta
que un grupo de niños triqui con un máximo de edad de 12 años, pertenecientes a
la Academia de Baloncesto Indígena de México (ABIM), producto de una tradición
impulsada desde mediados de los años noventa para jugar al basquetbol; gustosos
-y acostumbrados- a jugar descalzos, disciplinados y con experiencia
internacional, acumulada; asistieron al Festival Mundial de Mini-Baloncesto realizado
en Argentina.
Ahí, acrecentaron su
historia: los dirigidos por Sergio Zúñiga –quien a su vez es el titular de la ABIM-
derrotaron a varios conjuntos pamperos.
Se despacharon a la Universidad de Córdoba y a Central Argentina. Se
dieron tiempo de jugar también al futbol y con marcador de 3 a 1, vencieron al
equipo “Gorriones”. Regresaron al balón-mano y ganaron al “Hindú”, “Monteéis” y
“Regatas”, para finalmente coronarse en el certamen.
¿Sintió bonito o es de
quienes se sienten defraudados por la patria después de ver a la Selección
Nacional de Futbol al borde de la “tragedia” de no clasificar para el Mundial
de la categoría en Brasil, el próximo año?
Antes de que me responda
la pregunta, déjeme le cuento que en el Congreso de la Unión, los sentimientos
fueron encontrados, pues a petición del priista Gerardo Francisco Liceaga, se
dedicó un minuto de aplausos a los niños campeones, aunque de inmediato, la
fracción perredista repeló que “se necesitan más apoyos para fomentar el
deporte en la niñez” y el asunto se convirtió –como casi todo en este país- en
un asunto político.
No
obstante, es entendible que sólo haya un “aplauso” por parte de los
legisladores. Ya sea por desconocimiento del grado de organización que posee el
pueblo triqui o quizás por no poder reconocer los logros de un sesgo cultural que
se ha defendido y resistido a todo intento de “alineamiento oficial”.
SUI
GENERIS
Total que, para quienes no creen que México está en
crisis, sugiero voltear a ver el estatus de la educación y el fútbol: dos
pilares ineludibles de la cultura mexicana; el primero, con unos mercenarios
que se dicen "maestros" (CNTE), haciendo todo por extender su poder y
no su vocación, con una horda de falsa feligresía ("neo-revolucionarios"
y "luchadores sociales") detrás de ellos, mientras que el segundo,
con su "selección" a punto de no ir a un mundial y con el equipo más
representativo del país, con puros mexicanos (Chivas) acercándose a la debacle
de la Liga de Ascenso; ambos últimos, gracias a las mediocres acciones y
ambición de otros mexicanos que los controlan (Compeán, Decio y Vergara).
Siendo
así el tamaño de “vergüenza”, definitivamente el aplauso de San Lázaro a los
niños triqui es motivo de verdadera celebración, aunque no para todos, eso es
un hecho. De los ganadores del torneo FIBA Américas, ni qué decir tampoco, pues
la razón es simple: el basquetbol carece de arraigo en nuestro país,
Sin embargo, hay una
buena noticia para las y los aferrados del “Tri” (sin el “qui”): Justino
Compeán y Decio de María tienen los días contados en sus puestos. Es casi obvio
pensar que si no los saca el duopolio televisivo, hasta el presidente Enrique
Peña Nieto lo podrá hacer, pues México sin su selección en el mundial y en
plena coyuntura nacional, es como dijera la filósofa Gloria Trevi: una papa sin
cátsup.
¿O cómo ven ustedes,
amables lectoras y lectores?
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